A Ramona Caraballo la regalaron no bien supo caminar.
Allá por 1950, siendo una niña todavía, ella estaba de esclavita en una casa de Montevideo. Hacía todo, a cambio de nada.
Un día llegó la abuela a visitarla. Ramona no la conocía, o no recordaba. La abuela llegó desde el campo, muy apurada porque tenía que volverse en seguida al pueblo. Entró, pegó tremenda paliza a su nieta y se fue.
Ramona quedó llorando y sangrando.
La abuela le había dicho, mientras alzaba el rebenque:
- No te pego por lo que hiciste. Te pego por lo que vas a hacer.
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