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1.
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Las nubes formaban una tortuga prehistórica. La azafata nos trajo café. Se encendió una lucecita y escuchamos un timbre; una voz ordenó que nos ajustáramos los cinturones. Habíamos entrado en un pozo de aire. El café temblequeaba en las mesitas. No nos ajustamos nada. Tomé café sin azúcar, como siempre; no estaba mal. Eric viajaba del lado de la ventana.
En el avión marchaba, rumbo a Buenos Aires, un batallón de turistas. Iban armados con cámaras y flashes y fumadoras de mano. La bodega estaba repleta de valijas vacías que volverían a Río o a San Pablo hinchadas de chaquetas de cuero y otros trofeos de caza. Me los sabía de memoria. Turistas.
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-Ahora entiendo -dije- por qué los aviones llevan bolsas para vomitar.
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Eric miraba por la ventana del boeing. Vichó el reloj y me dijo:
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-Ésta es tu tierra.
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Estábamos saliendo del banco de nubes. El avión no haría escala en Montevideo; volaba directo a Buenos Aires.
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Debajo de nosotros se extendían los campos sin nadie: tierra arrasada, tierra violada, no amada por sus dueños. Allí habían alzado lanzas los jinetes pastores. Allí un caudillo de poncho raído había dictado, hace más de un siglo y medio, la primera reforma agraria de América Latina. Hoy está prohibido hablar de eso en las escuelas.
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-Estamos volando sobre tu país -dijo Eric.
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Dije:-Sí.
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Eric se calló.
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Y yo pensé: Esta tierra mía, ¿se acordará de mí?
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Agradecimientoa a Joseph Nateras por esta colaboración!
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