martes, 23 de diciembre de 2008

Soneto (no tan) arbitrario - Benedetti



Con ciudades y autores frecuentados

Venecia / Guanajuato / Maupassant /
Leningrado / Sousándrade / Berlín /
Cortázar / Bioy Casares / Medellín /
Lisboa / Sartre / Oslo / Valle Inclán /

Kafka / Managua / Faulkner / Paul Celan /
Ítalo Svevo / Quito / Bergamín /
Buenos Aires / La Habana / Graham Greene /
Copenhague / Quiroga / Thomas Mann /

Onetti / Siena / Shakespeare / Anatole
France / Saramago / Atenas / Heinrich Böll /
Cádiz / Martí / Gonzalo de Berceo /

París / Vallejo / Alberti / Santa Cruz
de Tenerife / Roma / Marcel Proust /
Pessoa / Baudelaire / Montevideo

La luna - Borges

Cuenta la historia que en aquel pasado
tiempo en que sucedieron tantas cosas
reales, imaginarias y dudosas,
un hombre concibió el desmesurado

proyecto de cifrar el universo
en un libro y con ímpetu infinito
erigió el alto y arduo manuscrito
y limó y declamó el último verso.

Gracias iba a rendir a la fortuna
cuando al alzar los ojos vio un bruñido
disco en el aire y comprendió, aturdido,
que se había olvidado de la luna.

La historia que he narrado aunque fingida,
bien puede figurar el maleficio
de cuantos ejercemos el oficio
de cambiar en palabras nuestra vida.

Siempre se pierde lo esencial. Es una
ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
de mi largo comercio con la luna.

No sé dónde la vi por vez primera,
si en el cielo anterior de la doctrina
del griego o en la tarde que declina
sobre el patio del pozo y de la higuera.

Según se sabe, esta mutable vida
puede, entre tantas cosas, ser muy bella
y hubo así alguna tarde en que con ella
te miramos, oh luna compartida.

Más que las lunas de las noches puedo
recordar las del verso: la hechizada
dragon moon que da horror a la balada
y la luna sangrienta de Quevedo.

De otra luna de sangre y de escarlata
habló Juan en su libro de feroces
prodigios y de júbilos atroces;
otras más claras lunas hay de plata.

Pitágoras con sangre (narra una
tradición) escribía en un espejo
y los hombres leían el reflejo
en aquel otro espejo que es la luna.

De hierro hay una selva donde mora
el alto lobo cuya extraña suerte
es derribar la luna y darle muerte
cuando enrojezca el mar la última aurora.

(Esto el Norte profético lo sabe
y también que ese día los abiertos
mares del mundo infestará la nave
que se hace con las uñas de los muertos.)

Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
quiso que yo también fuera poeta,
me impuse, como todos, la secreta
obligación de definir la luna.

Con una suerte de estudiosa pena
agotaba modestas variaciones,
bajo el vivo temor de que Lugones
ya hubiera usado el ámbar o la arena.

De lejano marfil, de humo, de fría
nieve fueron las lunas que alumbraron
versos que ciertamente no lograron
el arduo honor de la tipografía.

Pensaba que el poeta es aquel hombre
que, como el rojo Adán del Paraíso,
impone a cada cosa su preciso
y verdadero y no sabido nombre.

Ariosto me enseñó que en la dudosa
luna moran los sueños, lo inasible,
el tiempo que se pierde, lo posible
o lo imposible, que es la misma cosa.

De la Diana triforme Apolodro
me dejó divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
y un irlandés, su negra luna trágica.

Y, mientras yo sondeaba aquella mina
de las lunas de la mitología,
ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
la luna celestial de cada día.

Sé que entre todas las palabras, una
hay para recordarla y figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
con humildad. Es la palabra luna.

ya no me atrevo a macular su pura
aparición con una imagen vana;
la veo indescifrable y cotidiana
y más allá de mi literatura.

Sé que la luna o la palabra luna
es una letra que fue creada para
la compleja escritura de esa rara
cosa que somos, numerosa y una.

Es uno de los símbolos que al hombre
da el hado o el azar que un día
de exaltación gloriosa o de agonía
pueda escribir su verdadero nombre.

Los espejos - Borges

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,

hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

Ajedrez - Borges

                        I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


                        II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

domingo, 21 de diciembre de 2008

El reloj de arena - Borges

Está bien que se mida con la dura
sombra que una columna en el estío
arroja o con el agua de aquel río
en que Heráclito vio nuestra locura.

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
se parecen lod son: la imponderable
sombra diurna y el curso irrevocable
del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
otra substancia halló, suave y pesada,
que parece haber sido imaginada
para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
de los grabados de los diccionarios,
la pieza que los grises anticuarios
relegarán al mundo ceniciento.

del alfil desparejo, de la espada
inerme, del borroso telescopio,
el sándalo mordido por el opio,
del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
y tétrico instrumento que acompaña
en la diestra del dios a la guadaña
y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
deja caer la cautelosa arena,
oro gradual que se desprende y llena
el cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
arena que resbala y que declina
y, a punto de caer, se arremolina
con una prisa que es el todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
e infinita es la historia de la arena;
así, bajo tus dichas o tu pena,
la invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída.
Yo me desangro, no el cristal. El rito
de decantar la arena es infinito
y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
sentir el tiempo cósmico: la historia
que encierra en sus espejos la memoria
o que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
que el rey sajón ofrece al rey noruego,

todo lo arrastra y pierde este incansable
hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
de tiempo, que es materia deleznable.

Poema de los dones - Borges


Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta decaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta xiudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo si rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias altas, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

martes, 9 de diciembre de 2008

126 - Cortázar


- Por qué, con tus encantamientos infernales, me has arrancado a la tranquilidad de mi primera vida... El sol y la luna brillaban para mí sin artificio; me despertaba entre apacibles pensamientos, y al amanecer plegaba mis hojas para hacer mis oraciones. No veía nada de malo, pues no tenía ojos; no escuchaba nada de malo, pues no tenía oídos; ¡pero me vengaré!


Discurso de la mandrágora, en Isabel
de Egipto
, de ACHIM VON ARNIM

lunes, 24 de noviembre de 2008

Desfiladero - Benedetti

¿Será que el desdén vino para quedarse?

contritos como penitentes o monjes rezagados
los sentimientos entran en el desfiladero

ignoran la contraseña de los muchos
repiten el santo y seña de los solos

pero cada solo sólo sabe uno
igual que en las soledades de babel

Triste N° 3 - Benedetti


La tristeza es un don / cocecha al paso

contrición prometida en otro instante
o presagio de sombras y no obstante
no es penuria ni abismo ni fracaso

si la tristeza es don no es don escaso
cuando acude a la noche del amante
o se enfrenta a la muerte / interrogante
en la luz cenicienta del ocaso

puede ser más que un don / una proeza
el prólogo feraz de una osadía
o un dolor (soportable) de cabeza

si en el goce hasta el triste desconfía
en el escalafón de la tristeza
no hay tristeza mayor que la alegría

Hojas - Benedetti

Entre las hojas verdes
tan modélicas
y las otras las muertas
tan cantadas
quedan las pobres hojas
que agonizan
esas que a nadie importan
ni conmueven

martes, 18 de noviembre de 2008

Java - Cortázar


C'est la java de celui qui s'en va --

Nos quedaremos solos y será ya de noche.
Nos quedaremos solos mi almohada y mi
aaasilencio
y estará la ventana mirando inútilmente
los barcos y los puentes que enhebran sus
aaaagujas.

Yo diré: Ya es muy tarde.
No me contestarán ni mis guantes ni el peine,
solamente tu olor, tu perfume olvidado
como una carta puesta boca abajo en la mesa.
Morderé una manzana fumaré un cigarrillo
viendo bajar los cuernos de la noche medusa
su vasto caracol forrado en terciopelo

Y diré: Ya es de noche
y estaremos de acuerdo, oh muebles oh ceniza
con el organillero que remonta en la esquina
los tristes esqueletos de un pez y una amapola.

C'est la java
aaaaaaaaade celui
aaaaaaaaaaaaaaaaaqui s'en va--
Es justo, corazón, la canta el que se queda,
la canta el que se queda para cuidar la casa


El futuro - Cortázar


Y sé muy bien que no estarás.

No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado, ni en el gesto
de elegir el menú, ni en la sonrisa
que alivia los completos en los subtes,
ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes o una blusa.
Me enojaré, amor mío, sin que sea por ti,
y compraré bombones pero no para ti,
me pararé en la esquina a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí dentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allá afuera, ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada, no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

Temas de la medianoche - Cortázar

Cada una de las razones que nos devuelven al amor es la repetición de razones agotadas, agostadas. ¿Qué razón puede quedar en lo más irrazonable, en eso que siempre llamaremos corazón?¿Qué absurdo, irrenunciable corazón orienta una vez más el gobernalle de la sangre hacia las sirtes que lo esperan entre espumas y naufragios?

Una carta de amor - Cortázar


Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo

porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Teatro I - Dolina


En cierta época de la tragedia clásica, se entendía que el personaje que aparecía por la izquierda venía desde lejos. Contrariamente, el que entraba en escena por la derecha, venía dede algún lugar cercano o vivía allí mismo.

Este código ahorraba una serie de códigos palabreros. El director teatral Enrique Argenti, enemigo profesional de los textos, soñó con extender estas convenciones, de suerte que con sólo asomarse o situarse en lugar determinado el personaje revelara su condición, su pasado, sus propósitos y aún su futuro.
Para ello dispuso en el escenario un número adecuado de puertas, ventanas, sillas y pasadizos, cada uno de los cuales grantizaba un destino.
Había una puerta para los enamorados, otra para los traidores, otra para los maridos engañados. Por la puerta azul entraban los valientes, por la blanca los cobardes. Asomarse a la ventana más alta era informar que uno estaba loco, por la más baja miraban los mentirosos.
Había una silla para que se sentaran los que morirían jóvenes, y un sillón para los espías de un rey enemigo. Los delincuentes se paraban bajo una luz roja. Los delatores, contra un muro gris.
El futuro y el pasado correspondían a la derecha y a la izquierda respectivamente. En general todos los actores iban desplazándose hacia la derecha, conforme avanzaba la obra. Cuando alguien marchaba en sentido contrario, se comprendía que estaba recordando.
Argenti quiso ser todavía más audaz: lo dicho bajo la luz de un determinado reflector debía entenderse de modo metafórico. Las luces generales alumbraban el sentido literal. Tachos luminosos velados por distintas gelatinas anunciaban metonimias, sinécdoques, anadiplosis o epanalepsis. Velos transparentes colgando de las alturas flameaban sobre las familias que arrastraban una maldición. Las críticas a las autoridades eran señaladas por un gong, cuyo sonido hacía estallar en aplausos a las muchedumbres opositoras de la platea.
Los diálogos se redujeron a lo imprescindible, y casi no era necesario ser actor para comunicar estados de conciencia. Bastaba con pararse en el lugar apropiado.
El público también decidió ubicarse en situaciones geográficas que detonaran su opinión. Quiero decir que no fue nadie.

Espejo roto - Cortázar

RECINTOS

DE OLVIDO

CON FLORES

CON CADENAS

JUEGOS

ESPEJISMOS

RITUALES

DISTANTES

DE LUJO

INÚTILES

Destino de las explicaciones - Cortázar


En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones.

Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar también el basural.

Lucas, sus sueños - Cortázar


A veces les sospecha una estrategia concéntrica de leopardos que se acercaran paulatinamente a un centro, a una bestia temblorosa y agazapada, la razón del sueño. Pero se despierta antes de que los leopardos hayan llegado a su presa y sólo le queda el olor a selva y a hambre y a uñas; con eso apenas, tiene que imaginar a la bestia y no es posible. Comprende que la cacería puede durar muchos otros sueños, pero se le escapa el motivo de esa sigilosa dilación, de ese acercarse sin término. ¿No tiene un propósito el sueño, y no es la bestia ese propósito? ¿A qué responde esconder repetidamente su posible nombre: sexo, madre, estatura, incesto, tartamudeo, sodomía? ¿Por qué si el sueño es para eso, para mostrarle al fin la bestia? Pero no, entonces el sueño es para que los leopardos continúen su espiral interminable y solamente le dejen un asomo de claro de selva, una forma acurrucada, un olor estancándose. Su ineficacia es un castigo, acaso un adelanto del infierno; nunca llegará a saber si la bestia despedazará a los leopardos, si alzará rugiendo las agujas de tejer de la tía que le hizo aquella extraña caricia mientras le lavaba los muslos, una tarde en la casa de campo, allá por los años veinte.

Lucas, sus métodos de trabajo - Cortázar

Como a veces no puede dormir, en vez de contar corderitos contesta mentalmente la correspondencia atrasada, porque su mala conciencia tiene tanto insomnio como él. Las cartas de cortesía, las apasionadas, las intelectuales, una a una las va contestando a ojos cerrados y con grandes hallazgos de estilo y vistosos desarrollos que lo complacen por su espontaneidad y eficacia, lo que naturalmente multiplica el insomnio. Cuando se duerme, toda la correspondencia ha sido puesta al día.
Por la mañana, claro, está deshecho, y para peor tiene que sentarse a escribir todas las cartas pensadas por la noche, las cuales cartas le salen mucho peor, frías o torpes o idiotas, lo que hace que esa noche tampoco podrá dormir debido al exceso de fatiga, aparte de que entre tanto le han llegado nuevas cartas de cortesía, apasionadas o intelectuales y que Lucas en vez de contar corderitos se pone a contestarlas con tal perfección y elegancia que Madame de Sévigné lo hubiera aborrecido minuciosamente.

Amor 77 - Cortázar


Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Privilegio - Pizarnik

I

Ya he perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mí
como el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria.


II


El más hermoso

en la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Linterna sorda - Pizarnik


Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene el color de los párpados del muerto.

Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche.

Vértigos o contemplación de algo que termina - Pizarnik


Esta lila se deshoja,

Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.

Cantora nocturna - Pizarnik


La que murió de su vestido azul está cantando. Canta embuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

A Olga Orozco

147 - Cortázar


¿Por qué tan lejos de los dioses? Quizá por preguntarlo.
¿Y qué? El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas. ¿Qué epifanía podemos esperar si nos estamos ahogando en la más falsa de las libertades, la dialéctica judeocristiana? Nos hace falta un Novum Organum de verdad, hay que abrir de par en par las ventanas y tirar todo a la calle, pero sobre todo hay que tirar también la ventana, y nosotros con ella. Es la muerte o salir volando. Hay que hacerlo, de alguna manera hay que hacerlo. Tener el valor de entrar en mitad de las fiestas y poner sobre la cabeza de la relampagueante dueña de casa un hermoso sapo verde, regalo de la noche, y asistir sin horror a la venganza de los lacayos.

76 - Cortázar


Lo de Pola fueron las manos, como siempre. Hay el atardecer, hay el cansancio de haber perdido el tiempo en los cafés, leyendo diarios que son siempre el mismo diario, hay como una tapa de cerveza apretando suavemente a la altura del estómago. Se está disponible para cualquier cosa, se podría caer en las peores trampas de la inercia y el abandono, y de golpe una mujer abre el bolso para pagar un cafe-crème, los dedos juegan un instante con el cierre siempre imperfecto del bolso. Se tiene la impresión de que el cierre defiende el ingreso a una casa zodiacal, que cuando los dedos de esa mujer encuentren la manera de deslizar el fino vástago dorado y que con una media vuelta imperceptible se suelte la traba, una irrupción va a deslumbrar a los parroquianos embebidos en pernod y Vuelta de Francia, o mejor se los va a tragar, un embudo de terciopelo violeta arrancará al mundo de su quicio, a todo el Luxembourg, la rue Soufflot, la rue Gay-Lussac, el café Capoulade, la Fontaine de Médicis, la rue Monsieur-le-Prince, va a sumirlo todo en un gorgoteo final que no dejará más que una mesa vacía, el bolso abierto, los dedos de la mujer que sacan una moneda de cien francos y la alcanzan al Père Ragon, mientras naturalmente Horacio Oliveira, vistoso sobreviviente de la catástrofe, se prepara a decir lo que se dice en ocasión de los grandes cataclismos.

-Oh, usted sabe -contestó Pola-. El miedo no es mi fuerte.

Dijo: Oh, vous savez, un poco como debió hablar la esfinge antes de plantear el enigma, excusándose casi, rehusando un prestigio que sabía grande. Habló como las mujeres de tantas novelas en las que el novelista no quiere perder tiempo y pone lo mejor de la descripción en los diálogos, uniendo así lo útil a lo agradable.

-Cuando yo digo miedo -observó Oliveira, sentado en la misma banqueta de peluche rojo, a la izquierda de la esfinge- pienso sobre todo en los reversos. Usted movía esa mano como si estuviera tocando un límite, y después de eso empezaba un mundo a contrapelo en el que por ejemplo yo podía ser su bolso y usted el Père Ragon.

Esperaba que Pola se riera y que las cosas renunciaran a ser tan sofisticadas, pero Pola (después supo que se llamaba Pola) no encontró demasiado absurda la posibilidad. Al sonreír mostraba unos dientes pequeños y muy regulares contra los que se aplastaban un poco los labios pintados de un naranja intenso, pero Oliveira estaba todavía en las manos, como siempre le atraían las manos de las mujeres, sentía la necesidad de tocarlas, de pasear sus dedos por cada falange, explorar con un movimiento como de kinesiólogo japonés la ruta imperceptible de las venas, enterarse de la condición de las uñas, sospechar quirománticamente líneas nefastas y montes propicios, oír el fragor de la luna apoyando contra su oreja la palma de una pequeña mano un poco húmeda por el amor o por una taza de té.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Los poseídos entre lilas - Pizarnik


I


- Se abrió la flor de la distancia. Quiero que mires por la ventana y me digas lo que veas, gestos inconclusos, objetos ilusorios, formas fracasadas... Como si te hubieses preparado desde la infancia, acércate a la ventana.

- Un café lleno de sillas vacías, iluminado hasta la exasperación, la noche en forma de ausencia, el cielo como de una materia deteriorada, gotas de agua en una ventana, pasa alguien que no vi nunca, que no veré jamás...

- ¿Qué hice del don de la mirada?

- Una lámpara demasiado intensa, una puerta abierta, alguien fuma en la sombra, el tronco y el follaje de un árbol, un perro se arrastra, una pareja de enamorados se pasea despacio bajo la lluvia, un diario en una zanja, un niño silbando...

- Proseguí. -(En tono vengativo). Una equilibrista enana se echa al hombro una bolsa de huesos y avanza por el alambre con los ojos cerrados.

-¡No! - Está desnuda pero lleva sombrero, tiene pelos por todas partes y es de color gris de modo que con sus cabellos rojos parece la chimenea de la escenografía teatral de un teatro para locos. Un gnomo desdentado la persigue mascando las lentejuelas...

- Basta, por favor.

- (En tono fatigado). Una mujer grita, un niño llora. Siluetas espían desde sus madrigueras. Ha pasado un transeúnte. Se ha cerrado una puerta.

II

Si viera un perro muerto me moriría de orfandad pensando en las caricias que recibió. Los perros son como la muerte: quieren huesos. Los perros comen huesos. En cuanto a la muerte, sin duda se entretiene tallándolos en forma de lapiceras, de cucharitas, de cortapapeles, de tenedores, de ceniceros. Sí, la muerte talla huesos en tanto el silencio es de oro y la palabra de plata. Sí, lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario.

Restos. Para nosotros quedan los huesos de los animales y de los hombres. Donde una vez un muchacho y una chica hacían el amor, hay cenizas y manchas de sangre y pedacitos de uñas y rizos púbicos y una vela doblegada que usaron con fines oscuros y manchas de esperma sobre el lodo y cabezas de gallo y una casa derruida dibujada en la arena y trozos de papeles perfumados que fueron cartas e amor y la rota bola de vidrio de una vidente y lilas marchitas y cabezas cortadas sobre almohadas como almas impotentes entre los asfódelos y tablas resquebrajadas y zapatos viejos y vestidos en el fango y gatos enfermos y ojos incrustados en una mano que se desliza hacia el silencio y manos con sortijas y espuma negra que salpica a un espejo que nada refleja y una niña que durmiendo asfixia a su paloma preferida y pepitas de oro negro resonantes como gitanos de duelo tocando sus violines a orillas del Mar Muerto y un corazón que late para engañar y una rosa que se abre para traicionar y un niño llorando frente a un cuervo que grazna, y la inspiradora se enmascara para ejecutar una melodía que nadie entiende bajo una lluvia que calma mi mal. Nadie nos oye, por eso emitimos ruegos, pero ¡mira! el gitano más joven está decapitando cn sus ojos de serrucho a la niña de la paloma.

III

Voces, rumores, sombras, cantos de ahogados: no sé si son signos o una tortura.
Alguien demora en el jardín el paso del tiempo. Y las criaturas del otoño abandonadas al silencio.

Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no existo y lo sé; lo que no sé es qué viene en lugar mío. Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber podido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto.

IV

Alguna vez, tal vez, encontraremos refugio en la realidad verdadera. Entretanto ¿puedo decir hasta qué punto estoy en contra?

Te hablo de la soledad mortal. Hay cólera en el destino porque se acerca, entre las arenas y las piedras, el lobo gris. ¿Y entonces? Porque romperá todas las puertas, porque sacará afuera a los muertos para que devoren a los vivos, para que sólo haya muertos y los vivos desaparezcan. No tengas miedo del lobo gris. Yo lo nombré para comprobar que existe y porque hay una voluptuosidad inadjetivable en el hecho de comprobar.

Las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado vidente. No, no quiero cantar muerte. Mi muerte... el lobo gris... la matadora que viene de la lejanía... ¿No hay un alma viva en esta ciudad? Porque ustedes están muertos. ¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si están todos muertos?¿Y cuándo vendrá lo que esperamos?¿Cuándo dejaremos de huir?¿Cuándo ocurrirá todo esto?¿Cuándo?¿Dónde?¿Cómo?¿Cuánto?¿Por qué?¿Para quién?

A plena pérdida - Pizarnik


Los sortilegios emanan del nuevo centro de un poema a nadie dirigido. Hablo con la voz que está detrás de la voz y emito los mágicos sonidos de la endechadora. Una mirada azul aureolaba mi poema. Vida, mi vida ¿qué has hecho de mi vida?

Endechas - Pizarnik

I

El lenguaje silencioso engendra fuego. El silencio se propaga, el silencio en fuego.
Era preciso decir acerca del agua o simplemente apenas nombrarla, de modo de atraerse la palabra agua para que apague las llamas del silencio.

Porque no cantó, su sombra canta. Donde una vez sus ojos hechizaron mi infancia, el silencio al rojo rueda como un sol.

En el corazón de la palabra lo alcanzaron; y yo no puedo narrar el espacio ausente y azul creado por sus ojos.

II

Con una esponja húmeda de lluvia gris borraron el ramo de lilas dibujado en su cerebro.

El signo de su estar es la enlutada escritura de los mensajes que se envía. Ella se prueba en su nuevo lenguaje e indaga el peso del muerto en la balanza de su corazón.

III

Y el signo de su estar crea el corazón de la noche.

Aprisionada: alguna vez se olvidarán las culpas, se emparentarán los vivos y los muertos.

Aprisionada: no has sabido prever que su final iría a ser la gruta a donde iban los malos en los cuentos para niños.

Aprisionada: deja que se cante como se pueda y se quiera. Hasta que en la merecida noche se cierna la brusca desocultada. A exceso de sufrimiento exceso de noche y de silencio.

IV

Las metáforas de asfixia se despojan del sudario, el poema. El terror es nombrado con el modelo delante, a fin de no equivocarse.

V

Y yo sola con mis voces, y tú, tanto estás del otro lado que te confundo conmigo.

La máscara y el poema - Pizarnik

El espléndido palacio de papel de los peregrinajes infantiles.

A la puesta del sol pondrán a la volatinera en una jaula, la llevarán a un templo ruinoso y la dejarán allí sola.

Gesto para un objeto - Pizarnik

En tiempo dormido, un tiempo como un guante sobre un tambor.

Los tres que en mí contienden nos hemos quedado en el móvil punto fijo y no somos un es ni un estoy. Antiguamente mis ojos buscaro refugio en las cosas humilladas, desamparadas, pero en amistad con mis ojos he visto, he visto y no aprobé.

L'obscurité des eaux - Pizarnik

Escucho resonar el agua que cae en mi sueño. Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis aguas, me digo mis silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme. Y pienso en el viento que viene a mí, permanece en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia deconocida. A mí me han dado un silencio pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada como el único pájaro en el viento.

Lucas, sus largas marchas - Cortázar

Todo el mundo sabe que la tierra está separada de los otros astros por una cantidad variable de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que Margarita está separada de mí por una cantidad considerable de años caracol.
Al principio pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubera terminado por llegar a Margarita, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido, no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuándo se inició la marcha que lo fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube orientado con extrema precisión hacia el rumbo que lo llevaría a Margarita. Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio sobrepasara la altura del tejado, los platados cuernos de Osvaldo entrarían en el campo visual de Margarita para llevarle mi mensaje simpático; entre tanto, desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación de sus trenzas y sus brazos.
Tal vez los años luz son todo iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar por su huella argentada que prosigue su marcha y que mantiene la buena dirección, aunque esto suponga para él subir y bajar incontables paredes o atravesar íntegramente una fábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la verdad me habría valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Margarita, sentada en su sillón de terciopelo rosa, me espera del otro lado de la ciudad. Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos nietos; pero cuando se ama larga y dulcemente, cuando se quiere llegar al término de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol. Es tan difícil, después de todo, decidir cuáles son las ventajas y cuáles los inconvenientes de estas opciones.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Las tejedoras - Cortázar

Las conozco, las horribles, las tejedoras
envueltas en pelusas
en colores que crecen de las manos del hilo
al cuajo tembloroso moviéndose en la red de
dedos ávidos
Hijas de la siesta, pálidas babosas escondidas del sol,
en cada patio con tinajas crece su veneno y su paciencia,
en las terrazas al anochecer, en las veredas de los barrios,
en el espacio sucio de bocinas y lamentos de la radio,
en cada hueco donde el tiempo sea un pulóver.
Teje, mujer verde, mujer húmeda, teje, teje,
amontona materias putrescibles sobre tu falda
de donde brotaron tus hijos,
esa lenta manera de vida, ese aceite de oficinas y
universidades,
esa pasión de domingo a la tarde en las tribunas.
Sé que tejen de noche, a horas secretas, se levantan del sueño
y tejen en silencio, en la tiniebla; he parado en hoteles
donde cada pieza a oscuras era una tejedora, una manga
gris o blanca saliendo debajo de la puerta; y tejen
en los bancos,
detrás de los cristales empañados, en las letrinas tejen, y
en los fríos lechos matrimoniales tejen de espaldas
al ronquido.
Tejen olvido, estupidez y lágrimas,
tejen, de día y noche tejen la ropa interna, tejen
la bolsa donde se ahoga el corazón,
tejen campanas rojas y mitones violeta para
envolvernos las rodillas,
y nuestra voz es el ovillo para su tejido, araña amor,
y este cansancio
nos cubre, arropa el alma con punto cruz punto
cadena Santa Clara,
la muerte es un tejido sin color y nos lo estás tejiendo.
¡Ahí vienen, vienen! Monstruos de nombre blando,
tejedoras,
hacendosas mujeres de los hogares nacionales,
oficinistas, rubias.
mantenidas, pálidas novicias. Los marineros tejen,
las enfermas envueltas en biombos tejen para el insomnio,
del rascacielo bajan flecos enormes de tejidos, la ciudad
está envuelta en lanas como vómitos verdes y violeta.
Ya están aquí, ya se levantan sin hablar,
solamente las manos donde las agujas brillantes van y vienen,
y tienen mans en la cara, en cada seno tienen manos, son
ciempiés son cienmanos tejiendo en un silencio
insoportable
de tangos y discursos

La hija del Roc - Cortázar


Atada por una condición de cielo

quiero volar, quiero perder estas sandalias;

hasta mi voz es burla de ala,

Hasta mi amor es un volcán de plumas.

Hija del Roc, magnífica farsa

que en un lecho de tierra gime y sueña

mientras las nubes trepan

y los vientos corroen los metales.

-Padre, pájaro nubio, enorme crueldad,

oh tu sombra infinita que copian mis cabellos,

esta carrera inmóvil de mi cuerpo temblando!

En un palacio de cortinas negras,

En una barca de remeros sordos,

buscando desatarme

me enlazo a mis esclavos, a las vírgenes,

desangro adolescentes y corderos.

Y tú vuelas, posándote en las nubes,

centro perpetuo del espacio.

Ah, encontrar a mi madre

y arrancarle los ojos.


miércoles, 29 de octubre de 2008

Ventana sobre una mujer - Galeano

Esa mujer es una casa secreta.
En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas.
En las noches de invierno, humea.
Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá. Muy suavemente golpeo a la puerta, y espero.

Los derechos humanos - Galeano

La extorsión,
el insulto,
la amenaza,
el coscorrón,
la bofetada,
la paliza,
el azote,
el cuarto oscuro,
la ducha helada,
el ayuno obligatorio,
la comida obligatoria,
la prohibición de salir,
la prohibición de decir lo que se piensa,
la prohibición de hacer lo que se siente
y la humillación pública
son algunos de los métodos de penitencia y tortura tradicionales en la vida de familia. Para castigo de la desobediencia y escarmiento de la libertad, la tradición familiar perpetúa una cultura del terror que humilla a la mujer, enseña a los hijos a mentir y contagia la peste del miedo.
- Los derechos humanos tendrían que empezar por casa- me comenta, en Chile, Andrés Domínguez.

lunes, 27 de octubre de 2008

Magia - Dolina

El mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul y luego esperaba que apareciera una paloma.
Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban a patadas.
La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente.
Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno, dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia una ventana y se perdió en la noche.
Apenas si lo aplaudieron.
Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.
Rizzuto no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.


Espejos II - Dolina

Algunos aficionados a la magia postulan la existencia de espejos memoriosos, que guardan las imágenes aún en ausencia de los objetos refeljados.
El músico Ives Castagnino jura que una tarde en La Perla de Flores le hizo gestos de simpatía a una jovencita que descubrió en el espejo. En cierto momento, anotó el número de su teléfono al revés en una servilleta que se puso luego en la frente. Ella tomó nota. Suponiéndose aceptado, se dio vuelta para proseguir la seducción en forma directa. La chica no estaba. Volvió a mirar el espejo y la vio ostensible y contundente, con un solero a lunares.
Agotados los experimentos ópticos, el músico calculó que aquel espejo conservaba imágenes del pasado y se fue tranquilamente.
La tarde siguiente, se cruzó en la puerta misma de La Perla con la jovencita del solero. Después de filosofar brevemente, creyó entender que el espejo no reflejaba el pasado, sino el futuro.
La confitería estaba desierta. La chica se sentó en la misma mesa del día anterior. Castagnino -por capricho- modificó su ubicación.
Al rato la buscó en el espejo y no la encontró. Se acercó entonces a la mesa y se disponía a hablarle, cuando vio que ella le hacía caritas al espejo mientras anotaba un número de teléfono.
Castagnino captó al fin la verdad: en el espejo de La Perla de Flores podía verse el pasado o el futuro, según donde uno se sentara.
Perplejo ante aquellas reflexiones, ganó la puerta y buscó una confitería sin espejos.