El amo de Fabiana Criolla ha muerto. En su testamento le ha rebajado el precio de la libertad, de doscientos a ciento cincuenta pesos.
Fabiana ha pasado toda la noche sin dormir, preguntándose cuánto valdrá su caja de palosanto llena de canela en polvo. Ella no sabe sumar, de modo que no puede calcular las libertades que ha comprado, con su trabajo, a lo largo del medio siglo que lleva en el mundo, ni el precio de los hijos que le han hecho y le han arrancado.
No bien despunta el alba, acude el pájaro a golpear la ventana con el pico. Cada día, el mismo pájaro avisa que es hora de despertarse y andar.
Fabiana bosteza, se sienta en la estera y se mira los pies gastaditos.
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